El diestro se despide mañana, en Las Ventas, del público que marcó el inicio de su carrera triunfal.

Está vivo de milagro Pepín Liria (Cehegín, 1970) después de haber bailado con la muerte de todos los modos posibles. Porque lo mismo ha bailado con la muerte un delicado vals que una festiva sevillana, una extenuante danza guerrera que un apabullante rock and roll, un insinuante tango que un redondo pasodoble. Lleva Pepín Liria, torero de raza, quince años dejándose la piel en las plazas de toros y seduciendo a la muerte, a base de pasión y valentía, para lograr que, al concluir el baile, no se lo llevara con él para siempre. Mañana se despide, en Las Ventas, del público de Madrid. Va a por todas, se come el mundo, se abre en canal, se vuelve loco.

-1994. Plaza de las Ventas. Usted tenía 23 años, montó 'la de Dios' y Joaquín Vidal escribió: «Un corazón como una plaza de toros». Fue el inicio glorioso de una carrera de éxitos. ¿Cómo recuerda esos tiempos?
-¡Anda que no ha llovido!

-Bueno, llover...

-¿Pues anda que no han pasado ya unos días: de mucha lucha, de mucha satisfacción, de muchos sustos, de grandes faenas!

-¿Qué se le pasa por la cabeza estos días, a punto de despedirse mañana del público de Madrid?

-Me doy cuenta, de forma más clara que nunca, de lo importante que fueron aquellos días, de la suerte que he tenido por poder vivir una carrera que tuvo un principio del que habló todo el mundo y que hoy aún no se ha olvidado. Siempre he tenido balones de oxígeno para poder seguir luchando, y los éxitos en Madrid han sido importantes. Podía no haber llegado a ningún sitio, pero he llegado hasta aquí, y me lo creo y no me lo creo.

Misión cumplida

-«Quiero ser una figura del toreo. Quiero llegar a ser alguien en la vida». Pues nada, Pepín Liria, misión cumplida.

-Misión cumplida. Ahora me doy cuenta de lo difícil que ha sido, de lo tremendamente duro y difícil que ha sido todo, del nivel tan grande de exigencia que yo siempre me he impuesto...; pero ha merecido mucho la pena.

-Mañana vuelve a la plaza de sus grandes éxitos, con un público que siempre le ha arropado y mostrado su admiración, y lo hace por última vez. ¿Qué sensación tiene?

-Muy rara. Es mi último paseíllo en San Isidro, después de quince años consecutivos haciéndolo. Es todo muy raro, muy emocionante. Quiero decir adiós, pero quiero decirlo triunfando al máximo; y así está siendo, prácticamente, en todas las plazas de las que me estoy despidiendo.

-¿Irá a Madrid algo acojonado?

-Voy a San Isidro muy acojonado, mucho, porque sé ahora más que nunca la responsabilidad que tengo. A Madrid he ido muchos años a ganarme allí la temporada. Mañana voy para decir adiós.

-Conociéndole a usted, da un poco de miedo pensar de lo que puede llegar a ser capaz para despedirse por la puerta grande...; esa obsesión suya por hacer historia cada tarde.

-Haber anunciado mi retirada ha hecho que se incrementen aún más mis ganas de estar bien, de dejar satisfecho al público; y sí, eso me asusta un poco, me asusta saber que me despedí de Sevilla -el pasado 3 de abril- dejándome matar; pero entra dentro del nivel de exigencia que se espera de alguien que pide ser visto por última vez.

-¿Por qué este adiós?

-Dejo de torear porque ya no puedo más. Tengo dos hijas que han disfrutado y disfrutan mucho con todo lo que me pasa, pero sólo el año pasado tuvieron que ir a verme al hospital en tres ocasiones. Mi cuerpo tiene la sensación de que soy todavía capaz de aguantar, pero no quiero ver sufrir más a los míos. Como ha sido un verdadero milagro llegar a esta cifra redonda de quince años, para qué vamos a seguir tentando más a la suerte. ¿Quién me iba a decir a mí todo lo que viviría en los ruedos? Me voy sin ningún tipo de frustración, en el mejor momento de mi carrera y siendo capaz de hacer cosas que muy poca gente hace.

-En la tarde en la que puso del revés Las Ventas por primera vez, brindó un toro a la Condesa de Barcelona y ella le regaló un pisacorbatas con el escudo real. Se lo enseñaba usted a todo el mundo con la alegría de un niño. Mañana, ¿a quién brindará sus toros?

-Habrá un brindis a la afición madrileña, porque tengo muy claro que después de cómo han acontecido las negociaciones de mi contratación en Madrid tras haber triunfado allí el año pasado, sin que ni Ángel Bernal ni yo hayamos visto una intención de hacer las cosas del modo que se merecía mi despedida, al final he terminado decidiendo ir a Madrid por la afición, por el público, porque le debo mucho, le tengo mucho respeto y, de alguna forma, no podía faltar este año a la última cita.

-En julio del 2006 me dijo usted que la última cogida sufrida le había «trastornado un poco la cabeza» y que estaba «desesperado». ¿Ahora cómo está su cabeza?

-Muy bien, y tan feliz y tan contento. La cogida del 2006 me hizo mucho daño, tanto física como psicológicamente. Me distraje mucho, me desesperé, pasaban los días y no había forma de recuperarme. Tenía la sensación de que no iba a poder volver a coger una muleta, porque coger una toalla ya me era muy costoso. Pero, ahora mismo, estoy en el mejor momento profesional y personal; tengo una cierta estabilidad, sé lo que quiero y cómo lo quiero, y tengo la posibilidad de poder disfrutar mucho con mis hijas, mi familia, mis amigos. Vivo con mucha intensidad este año tan especial.

-¿El Pepín Liria que se va es mejor persona que el Pepín Liria que empezó?

-No lo sé, pero cada día intento que así sea porque, desde luego, la vida me ha convertido en un privilegiado.

-¿Usted cree que la merecida etiqueta de 'torero valiente' ha impedido que se pudiera utilizar la de 'torero artista'?

-En esta profesión es cierto que los principios marcan mucho, y a mí aquel toro de Dolores Aguirre en aquel San Isidro me marcó para siempre. Se me puso una etiqueta y es cierto que a mucha gente le ha costado mucho trabajo ver un poco más allá de sólo la valentía; pero, bueno, al final he asumido que valiente es un adjetivo del cual me siento muy orgulloso y que me ha dado mucho reconocimiento, y también sé que los verdaderos profesionales y la gente que sabe ver las cosas sí valoran ese fondo de calidad que ahí está. Hay faenas que hablan por sí solas. Hay una faena en Sevilla, hace tres años, a un toro de Palha, que creo que le rompe los esquemas a mucha gente y que a mí me deja muy tranquilo porque sé que ahí queda eso, que en muchas faenas ha habido algo más que valor.

-¿Qué ha aportado usted a la fiesta de los toros?

-Amor hacia ella. Le he transmitido a la gente la pasión que tengo por esta profesión y mi admiración por los toreros, y creo que he servido de ejemplo para demostrar que la independencia en el toreo se paga carísima, pero que es muy gratificante cuando la tienes; y yo la tengo. Me siento muy orgulloso de ser torero.

-¿Se marcha dejando cuentas pendientes?

-Creo que tengo todas las cuentas saldadas, y de verdad que siento que pueda haber alguien que haya podido sentir que una actuación mía le ha perjudicado; siempre ha estado muy lejos de mí la intención de hacerle daño a nadie. Siempre he tomado las decisiones que creía que me favorecían a mí, y a mi cuadrilla y a la gente que estaba a mi lado. No he hecho nada para fastididar a nadie, no me he dedicado a ir por ahí fastidiando. De todas formas, quiero aprovechar para pedir perdón, perdón de corazón, a quien haya podido sentir que yo he hecho algo para perjudicarle.

-¿Qué ha supuesto la afición murciana en su carrera?

-Ha sido muy importante, y la gente sabe cuánto lo agradezco. Los murcianos han sido los principales artífices de que Liria haya aguantado quince años. Si yo no hubiera tenido la recompensa, a nivel de cariño y de admiración, de los míos, hubiese sido prácticamente imposible haber llegado al final; creo que gran parte del éxito mío se lo debo a Murcia y a los murcianos.

This entry was posted on 5/17/2008 and is filed under , , , , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.