Pagano, cristiano, popular.
5/03/2008 | Author:

Destacó mayo en el calendario festivo tradicional de buena parte del planeta como el mes del amor, del esplendor de la naturaleza, de la fecundidad, de la belleza femenina. En muchas plazas era plantado un gran árbol llamado mayo que representaba el espíritu de la naturaleza. La Iglesia cristianizó estas prácticas paganas de religiones anteriores transformando el árbol en la cruz de Cristo y la exaltación de la mujer en el culto a la Virgen María. Recuerden aquello de Con flores a María.

La primera noticia escrita que tenemos en Cartagena de esta fiesta data del siglo XVI. Tenía su epicentro en el barrio de pescadores, en pleno casco antiguo. El cronista Federico Casal escribió que en una habitación era expuesta la Santa Cruz y en un sillón, colocado sobre un altar, presidía la estancia la joven más guapa del barrio, rodeada de otras mayas. Quizá un antecedente de las actuales mises.

En la zona rural se mantuvo viva la tradición hasta la década de 1950 en una fusión de cristianismo y muchas pervivencias paganas. Elaboraban los mozos una cruz de madera que era vestida con humildes flores: margaritas, geránios, ababoles y quizá alguna rosa. El muchacho, aprovechando las sombras de la noche, la colocaba en la ventana o en la puerta de la pretendida (o quizá novia ya formal). Quedaba obligado a vigilarla a distancia para evitar que otro aprovechado la robase para ponerla a su amada. En algunos casos, los menos, se acompañaba de un palelico con unos versos o quizá un trovo en su sentido más literal: la glosa en cuatro quintillas de una cuarteta. Para las muchachas antipáticas o que hubiesen dado calabazas, quedaban reservados montones de matas secas o cardos pinchosos.

Otros jóvenes más descuidados o con ganas de camorra pintaban la cruz con almagra en la fachada de la vivienda. Eso ocasionaba un gran disgusto a los dueños, que lo denunciaban a la Guardia Civil. Si los localizaban, eran obligados a fregarla.

Otras expresiones de esta noche amorosa del 2 de mayo, víspera del Día de la Cruz, consistían en tapar con barro, yeso o excrementos de animales las cerraduras donde moraban mozas casaderas. Muchos han visto en ello una alusión simbólica al acto sexual. Además, eran interceptadas con carros todas las puertas para impedir que pudieran salir a la calle sus habitantes a la mañana siguiente. Los carros, antaño tan presentes, eran robados con nocturnidad y alevosía para ser abandonados en las afueras de la localidad. En otras ocasiones, los cambiaban de casa o los dejaban en las puertas de algunas ermitas, como eran los casos de las pedanías fuentealameras de El Estrecho y Fuente-Álamo.

También robaban o cambiaban de sitio macetas, carretillas y cualquier otro enser que encontraran cerca del hogar. Además, volcaban las pesadas pilas de lavar, en una movida noche tanto para los mozos como para los propietarios, quienes estaban pendientes de las posibles fechorías. Aun así, casi todos consentían porque ellos mismos participaron de ellas cuando contaban algunos años menos.

Autor D. José Sánchez Conesa es historiador e investigador.

Ojeado en La Verdad.
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